La calidad del aire interior es fundamental para preservar la salud y el bienestar de los ocupantes de los espacios interiores, pero también para procurar el rendimiento y la eficiencia de los procesos de producción si estos espacios son un entorno de trabajo. Hace referencia a los aerosoles y gases que contiene el aire, así […]
Última modificación: 28 mayo 2021
La calidad del aire interior es fundamental para preservar la salud y el bienestar de los ocupantes de los espacios interiores, pero también para procurar el rendimiento y la eficiencia de los procesos de producción si estos espacios son un entorno de trabajo. Hace referencia a los aerosoles y gases que contiene el aire, así como su temperatura y su humedad, y su parámetro de medición más importante es la pureza, o recurriendo a la cualidad contraria, la contaminación con partículas, gases y vapores.
Teniendo en cuenta que pasamos una gran parte de nuestro tiempo en espacios interiores, la calidad del aire interior debe ser evaluada de forma periódica, especialmente en los de uso colectivo, como el trabajo o el colegio, los centros sanitarios, los comercios, los lugares de ocio (cines, hoteles, espacios de restauración…). De hecho, debemos dar a la calidad del aire una importancia equivalente o superior a la de la calidad de lo que comemos y bebemos, dado que respiramos mucha más cantidad de aire que alimentos o líquido ingerimos, y esto nos hace vulnerables a enfermedades respiratorias como EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) o asma.
Durante muchos años no generó la misma preocupación la calidad del aire exterior que la del interior, que se asociaba a países en desarrollo por la quema habitual de combustibles fósiles en los hogares. Sin embargo, con el tiempo se han atribuido en países desarrollados síntomas como dolor de cabeza, fatiga, falta de aliento, congestión nasal, tos, estornudos, irritación de vías respiratorias, de piel y de ojos, etc. dentro de edificios a síndromes como el llamado “del edificio enfermo”, que estarían relacionados con la calidad del aire interior, al no poderse atribuir a ninguna otra causa o enfermedad concreta pero mejorar cuando los parámetros de esta calidad del aire mejoran.
Hay que tener presente que en estos espacios las personas emiten CO2 y vapor de agua al respirar (que puede contener microorganismos como virus) y en menor medida otros contaminantes a través de maquillajes, perfumes, productos de aseo como desodorante o el jabón y el champú, etc., se usan productos de limpieza que pueden emitir contaminantes, como lo pueden hacer también los mismos materiales con los que están construidos, entre otros. Además hay que contemplar que la evidencia científica revela que las concentraciones de contaminantes en interiores no se reducen significativamente con la entrada de aire exterior.
En España, los parámetros de calidad del aire interior los establece el Reglamento de Instalaciones Térmicas (conocido por sus siglas RITE) y el Código Técnico de Edificación (abreviado CTE), pero no existe una normativa que especifique los valores de referencia para los parámetros de contaminación química (por ejemplo, acetona, formaldehído, benceno…) y microbiológica (por ejemplo, bacterias y hongos).
Mientras que el RITE se detiene en parámetros de caudal mínimo y filtración de aire exterior para ventilación y extracción de aire interior y el CTE, en su Documento Básico sobre Salubridad (DB-HS), se centra en la ventilación, con parámetros como la concentración de CO2, la dimensión de las aberturas de ventilación y los conductos de extracción, etc.
También el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo hace recomendaciones y establece valores límite en sus Normas Técnicas de Prevención, pero no hace hincapié en concentraciones continuas de contaminantes a bajas dosis.
Si no existía consenso ni base legislativa para establecer los parámetros de calidad del aire hasta ahora, más difícil resulta lograrlo a raíz de una pandemia como la de la COVID-19, que deben basarse en una evidencia científica que la novedad del virus impide recopilar con rapidez, y que pone en evidencia hasta qué punto estos parámetros resultan insuficientes, o incluso inadecuados.
De ahí que el Ministerio de Sanidad haya publicado un documento que establece qué parámetros de calidad del aire interior son importantes para reducir el riesgo para la salud en base a la evidencia científica cosechada en el primer año de pandemia.
En el documento Evaluación del riesgo de la transmisión de SARS-CoV-2 mediante aerosoles. Medidas de prevención y recomendaciones el gobierno español sienta las primeras bases de evaluación de la calidad del aire en interiores para prevenir el virus, dado que el escenario es uno de los factores de riesgo de contagio, y los interiores ofrecen condiciones que hacen que este riesgo sea elevado.
Este marco de prevención es especialmente relevante para los espacios donde el riesgo de transmisión es elevado por su naturaleza de espacios dedicados a la ocupación humana permanente, por su elevada concentración de personas, por su actividad metabólica elevada, su volumen reducido, por sus limitaciones en los sistemas de ventilación mecánica, etc. Ejemplos de ello pueden ser comercios, establecimientos hoteleros y de restauración, recintos educativos, instalaciones deportivas interiores, etc.
En interiores, la dilución en el aire de los aerosoles (gotas menores o iguales a 5 µm) emitidos por las personas al hablar, al respirar, al toser y estornudar depende de la tasa de ventilación, así como del número de personas que se concentren en él, la distancia entre estas personas, el tiempo que compartan espacio y el uso de medidas de protección (mascarillas, higiene de manos, etc.) En este sentido, existen restricciones que cambian con la evolución de la pandemia para procurar la calidad del aire en interiores (distancia física entre personas, obligatoriedad de mascarilla, aforos más limitados, etc.).
La temperatura y la humedad relativa (HR) también influyen en la calidad del aire interior en relación a la pandemia, ya que:
Los parámetros de calidad del aire en relación a la transmisión del SARS-CoV-2 establecidos por el documento de trabajo del Ministerio se centran en mejorar la ventilación, es decir, en renovar el aire de los interiores con el aire exterior para reducir la concentración de aerosoles gracias a la dilución.
Esta ventilación puede ser natural (apertura de puertas y ventanas) o forzada (mediante extracción de aire), o una combinación de ambas, sobre todo si no se cuenta con el suficiente confort térmico o se deben cumplir unos mínimos requisitos de eficiencia energética. En el caso de la ventilación forzada, es importante revisar la configuración del sistema de extracción para maximizar la entrada de aire exterior y reducir la cantidad de aire recirculado, es decir, el aire de retorno que se reacondiciona y se distribuye de nuevo en el mismo espacio.
Los valores aconsejados para lograr una buena calidad del aire interior para minimizar el riesgo de transmisión del coronavirus es de 12,5 litros por segundo y persona (abreviado 12,5 L/s/p), o lo que es lo mismo, 5-6 ACH (Air Changes per Hour o tasa de ventilación del aire por hora). 1 ACH equivale a que en una hora entra en un espacio un volumen de aire exterior igual al del volumen de ese espacio, y que por lo tanto, teniendo en cuenta que el aire se mezcla de forma continua, el 63% del aire interior ha sido reemplazado por el aire exterior. También se puede medir la renovación del aire con la concentración de CO2, que varía según el volumen del espacio, el número de ocupantes, su edad y la actividad metabólica que realizan. Existen equipos para medir estas variables que deben ser manejados por personal cualificado como Aconsa.
Los sistemas mecánicos de ventilación deben reducir el aire recirculado y aumentar la cantidad de aire proveniente del exterior, con unos mínimos equivalentes a la ventilación natural, 12,5 L/s/p o 5-6 ACH.
Como partículas en suspensión, los aerosoles pueden ser transportados por el ambiente interior a causa de los flujos de aire, los movimientos de las personas o la recirculación del aire (de ahí que sea necesario minimizarla). Por eso es importante controlar esos flujos para no incrementar el riesgo de transmisión, con medidas como:
Además de la ventilación de espacios, es necesario retener los aerosoles haciéndolos pasar por un filtro de aire adecuado, de manera que queden retenidos en él. Así se reduce la concentración y se reduce el riesgo de infección. La colocación y el mantenimiento de estos filtros debe ser llevada a cabo por personal acreditado. Existen varios tipos de filtros según su capacidad de retener partículas como los aerosoles, regulados por distintas normativas (UNE EN ISO 1822:2020, UNE EN ISO 16890:2017…) que disponen de evidencias que determinan la eficacia según el tamaño de la partícula (recordemos que los aerosoles son de tamaños menores o iguales a 5 µm). Es el RITE, del que ya hemos hablado, el reglamento que en España es referencia para los filtros de aire en edificios no residenciales, aunque cabe destacar que está pensado para garantizar la calidad del aire interior entendiendo que la fuente de contaminación es el exterior, y no el interior, como es el caso de la transmisión de virus en una pandemia.
Hay que diferenciar entre ventilación mecánica que recircula el aire y la que no lo hace y el aire que circula procede del exterior.
Cuando no existe ventilación mecánica, debe priorizarse la ventilación natural (apertura de puertas y ventanas). Si esto no es posible, se puede recurrir a sistemas de filtrado de aire portátiles o purificadores de aire con filtros HEPA, que disminuyen la concentración de aerosoles, y que deben reemplazarse periódicamente siguiendo las instrucciones del fabricante. Para optar por uno u otro, debe tenerse en cuenta el caudal de aire limpio a proporcionar (Clean Air Delivery RATE o CADR) en función del volumen del espacio a filtrar, entre otros factores. Hay que tener en cuenta que estos sistemas no reducen el nivel de CO2, por lo que debe tenerse en cuenta el número de personas presentes en un espacio para evaluar su eficacia. Por eso la elección y colocación de estos sistemas es recomendable que se ponga en manos de personal cualificado.
En casos excepcionales en los que se hayan agotado las medidas de prevención anteriores sin que se pueda garantizar al menos un nivel de renovaciones de aire de 12,5 L/s/p o 5-6 ACH se puede recurrir a tecnologías germicidas de uso complementario (radiación ultravioleta C u ozono, por ejemplo), como las que se usan en entornos hospitalarios, laboratorios de microbiología, etc. Esta técnica debe cumplir con los criterios establecidos por el Ministerio de Sanidad a este efecto, y cumplir con los estándares internacionales para su uso seguro y no superar los límites de exposición.
Ninguna de estas técnicas reemplaza las medidas que reducen la concentración de aerosoles en interiores, pero pueden inactivar hasta cierto punto tanto virus como otros microorganismos. Por su parte, el uso de otras técnicas debe cumplir con la normativa y las recomendaciones de las autoridades sanitarias así como demostrar su eficacia a efectos de reducir la transmisión del SARS-CoV-2 y de su inocuidad para la salud.
Aconsa es un laboratorio de microbiología especializado en llevar a cabo auditorías de calidad del aire interior de acuerdo con normas específicas como las establecidas en el documento descrito en este post del Ministerio de Sanidad para prevenir la transmisión del SARS-CoV-2, y elabora planes específicos para cada espacio.