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E. coli en el agua: ¿Cómo llega a ella? ¿Representa un peligro?

La Escherichia coli es una bacteria que puede causar enfermedades si produce una toxina denominada Shiga. Puede encontrarse en los alimentos y en el agua, aunque también se transmite por contacto entre personas. Saber cuáles son sus reservorios y cómo llega al agua y a la comida que ingerimos es fundamental para prevenirla. También debemos conocer cuáles son los límites máximos de presencia de esta bacteria en el agua para saber si debemos desinfectarla o revisar los sistemas de tratamiento de que disponemos.

E coli en el agua

Equipo de comunicación Aconsa

Última modificación: 29 junio 2022

Probablemente nos sonará haber visto en las noticias avisos sobre playas que no permiten el baño por contaminación biológica. Muchas veces esto se produce porque hay E. coli en el agua. La presencia de esta bacteria es un indicador muy importante de la calidad del agua, tanto de uso recreativo como industrial como de grifo, ya que puede ocasionar enfermedades que en ocasiones pueden llegar a ser graves. Sin embargo, la E. coli está presente de forma natural en el medio ambiente y en el sistema digestivo de las personas y los animales… ¿En qué medida puede representar un peligro si estamos en contacto con esta agua (cuando nos lavamos las manos, cuando nos bañamos en una piscina…) de forma habitual? En este post lo explicamos.

¿Dónde se encuentra la E. coli?

La Escherichia coli es una bacteria que está presente de forma natural en el intestino de las personas y muchos mamíferos, y por lo tanto, suele ser inocua. Sin embargo, hay cepas que producen una toxina denominada Shiga (éstas se llaman STEC), que puede causar enfermedades como gastroenteritis, y en los casos más graves, síndrome hemolítico-urémico, que suelen desarrollarse en colectivos poblacionales sensibles (niños pequeños, personas mayores, personas inmunodeprimidas…) y que en una pequeña proporción pueden resultar mortales.

La STEC suele tener como reservorio (es decir, como población animal que la aloja de forma crónica) el ganado bovino y ovino (aunque aves, caballos, mascotas, etc. también pueden ser portadoras -sin embargo, el contagio no suele producirse por contacto directo con ellas-). Para estos animales la bacteria no suele ser dañina y la expulsan a través de las heces. Y son estas heces las que pueden contaminar el subsuelo, los vegetales que crecen en él, el agua de los ríos que lo lavan, el agua de la lluvia tras la evaporación, etc. Y de éstos puede llegar a playas, sistema de abastecimiento y distribución de agua de grifo, piscinas, etc.

Si, además, existen deficiencias que van más allá de los procesos naturales (aunque la ganadería y la agricultura mismas tienen poco de natural), como fosas sépticas defectuosas o un mal uso del suelo (algunos procesos de fertilización con estiércol, por ejemplo), el riesgo se multiplica.

Cabe destacar, sin embargo, que según los datos europeos, las enfermedades causadas por la STEC suelen tener como vehículo de contaminación la comida, principalmente los animales infectados, ya que el agua que bebemos o que usamos para diferentes fines (industriales, recreativos, etc.) en nuestro entorno suele contar con tratamientos efectivos de potabilización que terminan con estas bacterias. En este post hablamos del tratamiento con cloro, que es el que predomina en nuestro país.

La E. coli puede sobrevivir a temperaturas elevadas (superiores a 50ºC), por lo que muchos casos suelen producirse por el consumo de carnes poco cocinadas, vegetales crudos (incluyendo zumos no pasteurizados) y leche y derivados no pasteurizados.

Las personas pueden infectarse con la toxina de la STEC cuando el tratamiento de aguas no es correcto o cuando se ingiere accidentalmente agua al nadar en una piscina, lago, río, playa u otras aguas recreativas contaminadas. En la categoría “agua del grifo incluyendo agua de pozo” hubo en Europa un brote en 2019 producido por E. coli (el 5,56% de casos, otros agentes causales fueron producidos por Norovirus, parásitos y otros).

¿Cómo se detecta la E. coli en el agua?

Los sistemas públicos de abastecimiento y distribución de agua de nuestro país y los de nuestro entorno toman muchas medidas para asegurar que el agua potable sea segura, y uno de los pasos más importantes de estas medidas es el testeo regular de bacterias coliformes como la E. coli. Hay que tener en cuenta que el riesgo de E. coli en el agua radica en la alta probabilidad de que los residuos fecales contengan la bacteria, y estos residuos fecales, como hemos visto, tienen formas muy distintas de llegar a todo tipo de aguas.

La supervivencia E. coli en un medio que no sean los hospedantes animales o humanos, que le proporcionan los nutrientes que necesitan (medio no entérico) es limitada, por lo que su presencia indica una contaminación reciente, de manera que es uno de los indicadores (el de las bacterias coliformes totales y fecales y la E. coli que es un subgrupo de éstas últimas) más importantes de calidad del agua en un momento dado, a falta de un análisis completo del agua que requiere mucho tiempo y una gran inversión. Si un laboratorio detecta coliformes totales en el agua (que recordemos que no siempre son dañinas), se analizan muestras para fecales y E. coli. Sin embargo, el análisis de coliformes no garantiza que no haya otros patógenos en el agua como virus o parásitos.

¿Cuál es el límite seguro de presencia de E. coli en el agua?

La legislación vigente fundamental sobre agua de consumo humano es el Real Decreto 140/2003, de 7 de febrero, por el que se establecen los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano, y la modifican los Reales Decretos 314/2016, de 29 de julio y 902/2018, de 20 de julio.

En cuanto a la normativa sobre aguas para otros usos, como los recreativos, de riego, existen diferentes normativas, como la Directiva 2006/7/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 15 de febrero de 2006, relativa a la gestión de la calidad de las aguas de baño y por la que se deroga la Directiva 76/160/CEE, del Consejo, de 8 de diciembre de 1975, relativa a la calidad de las aguas de baño (DOCE nº 64, 4 de marzo de 2006) que fija dos parámetros (enterococos intestinales y E. coli) de análisis del agua de baño (excluidas las piscinas de natación y medicinales), o la Directiva 2000/60/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de octubre de 2000, que entre otras, establece un marco de ámbito común para la protección de las aguas superficiales continentales, de transición, costeras y subterráneas, para prevenir o reducir la contaminación, promover su uso sostenible y proteger el medio ambiente, mejorar el estado de los ecosistemas acuáticos y atenuar los efectos de las inundaciones y la sequías. Además, también existen normativas regionales o autonómicas y municipales para cada uso.

Centrándonos en la aguas más utilizadas, la ley no admite la presencia de ninguna unidad formadora de colonia de coliformes en 100 ml de muestra de agua en agua para el consumo humano, mientras que en aguas de baño debe ser inferior a 500 (valor indicativo) y en todo caso no llegará a 10.000 por 100 ml (valor obligatorio).

Técnicas de análisis de laboratorio

Para determinar la presencia de coliformes en el agua se pueden llevar a cabo diferentes técnicas microbiológicas de laboratorio, como la filtración por membrana, que es la más tradicional, y técnicas más actuales, como la técnica de Petrifilm y la de sustrato definido o prueba de Colilert.

¿Qué métodos se usan para eliminar la E. coli en el agua?

Una vez se detecta la presencia de coliformes fecales en el agua, se deben emprender acciones correctivas, como el mantenimiento del sistema de abastecimiento, antes de tratarla, ya que un fallo de mantenimiento puede hacer que el tratamiento del agua no sea efectivo.

Por ejemplo, si se trata de un manantial natural, debe revisarse si existe alguna vía de entrada de insectos o animales, o si existe una fuga o cualquier otro tipo de fallo en el funcionamiento alrededor.

En algunos casos las bacterias coliformes pueden llegar al agua por un evento fortuito de naturaleza puntual o temporal, como un episodio de lluvia fuerte, una inundación o un trasvase de agua. En estos casos se suele recurrir a tratamientos de choque con cloro (clorando el agua con más concentración de esta sustancia que la habitual). Se vuelve a testear el agua varias veces más, y si la contaminación desaparece, se confirma que no se trata de una fuga u otro fallo en el sistema que requiera acciones adicionales.

Para el mantenimiento de la calidad del agua se suele recurrir a tratamientos como la cloración, el ozono o la luz ultravioleta. Los explicamos en este post sobre la cloración del agua y lo resumimos aquí:

Cloración continua

Se trata de un método de tratamiento del agua utilizado en todo el mundo por su tecnología bien establecida y la disponibilidad del producto (gas, solución de hipoclorito, compuestos), su coste económico, su eficacia y su efecto residual que prolonga en el tiempo el efecto de la desinfección. Oxida la pared celular de los micoorganismos destruyéndolos.

El almacenamiento, transporte y manejo del producto requieren de una normativa de cumplimiento estricto porque es tóxico y corrosivo, incluyendo una dosificación muy precisa, porque un exceso, puede producir compuestos más peligrosos que los que se propone destruir.

Luz ultravioleta

Este sistema tiene una elevada eficacia, pero no llega al amplio espectro que llega el cloro, por lo que su uso depende, especialmente, de la concentración de componentes coloidales (los sólidos dispersos en la mezcla) y de partículas en el agua residual. En el caso de las bacterias coliformes, sin embargo, es un sistema enormemente efectivo.

Es más costoso que la cloración en la mayoría de casos, aunque depende del sistema de cloración con el que se compare, y requiere una agua clara y libre de materia en suspensión para que la luz pueda incidir en los microorganismos (por lo que se suele requerir un tratamiento previo que sedimente el agua).

Su operación es fácil (a diferencia de la cloración, que al comportar productos tóxicos, necesita una logística especial) y los tiempos para lograr la desinfección són más cortos que los de otros sistemas.

Ozono

El ozono suele ser más eficaz que el cloro para destruir virus y bacterias como la E. coli, y la manera de usarlo es parecida, mediante un gas que se produce con una descarga eléctrica. La logística es más sencilla que la de la cloración y se requiere un tiempo muy corto de contacto con el agua para ser efectivo.

Sin embargo, no tiene efecto residual (no se prolonga desde su aplicación) por lo que se usa más para un punto concreto de uso, y es más caro en cuanto a la inversión inicial y el gasto energético que la cloración o la luz ultravioleta.

Aconsa, laboratorio de análisis de E. coli en el agua

En Aconsa asesoramos y prestamos servicio a proveedores de sistemas de tratamiento de aguas, así como a un amplio rango de empresas que deben ceñirse a la normativa de agua potable, continental, residual, de riego, subterránea, etc., ofreciendo toma de muestras y análisis para comprobar la calidad del agua y la efectividad de las medidas correctivas cuando no es la adecuada.

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