Los aditivos alimentarios se clasifican según su función, nombre químico o número E. Un aditivo puede corresponder a varias clases funcionales, como los espesantes y los estabilizantes. La regulación establece 26 clases, de las cuales explicamos las 10 más comunes.
Última modificación: 3 mayo 2023
Cuando oímos hablar de «aditivos» en nuestra comida es habitual relacionarlos con algo malo para nuestra salud, por lo que es común creer que cuantos menos consumamos, mejor. Sin embargo, la verdad es que existen muchos tipos de aditivos y no todos ellos son perjudiciales; de hecho, algunos incluso son necesarios para preservar la seguridad, el sabor y la textura de nuestra comida. Sin algunos aditivos, rechazaríamos comer algunos alimentos sanos que no nos resultan agradables en apariencia, sabor o textura o se estropearían otros muy rápidamente provocando que desecháramos más comida, por ejemplo.
En este post exploraremos los diferentes tipos de aditivos que pueden encontrarse en nuestra comida, para qué se utilizan y por qué, para desterrar el mito de que todos los aditivos son perjudiciales y ayudar a tomar decisiones informadas sobre lo que se come, e invitamos a los consumidores a revisar las etiquetas de los alimentos y que las empresas cumplan con las regulaciones de etiquetado, que ayudan a garantizar que la información sobre los aditivos y sus posibles efectos en la salud se comunique claramente al público.
Como explicamos en un post anterior, los aditivos son sustancias que se añaden a los alimentos con un propósito específico, como mejorar su apariencia, textura, sabor, o preservar su frescura y vida útil. Pueden ser sintéticos o naturales y pueden incluir colorantes, conservantes, potenciadores del sabor, estabilizantes, espesantes, entre otros, como veremos en este post. La cantidad y uso de aditivos en los alimentos está regulado por agencias de seguridad alimentaria (la EFSA -en inglés, European Food Security Agency-) para garantizar su seguridad para el consumo humano.
La normativa europea que regula la clasificación y uso seguro de los aditivos en los alimentos es la Regulación (UE) Nº 1333/2008 del Parlamento Europeo y del Consejo de 16 de diciembre de 2008. Esta regulación establece los criterios para la autorización y uso de los aditivos alimentarios, así como los límites máximos seguros para su consumo humano. También establece la obligación de incluir los aditivos en la lista de ingredientes en la etiqueta de los productos alimentarios, utilizando su nombre o su número E correspondiente. La regulación también establece la necesidad de realizar un seguimiento continuo de la seguridad de los aditivos alimentarios y de actualizar la regulación en función de la información científica disponible.
Los aditivos alimentarios se dividen en diferentes tipos, por ejemplo, según su función (las propiedades que se les atribuyen) o según su nombre químico o según su número E. Es posible que un aditivo con un mismo nombre químico o número E, por ejemplo, corresponda a más de una clase funcional. El sorbitol E-420, por ejemplo, puede ser un edulcorante o un humectante, o la goma de guar (E 412) puede ser espesante, gelificante, endurecedor o estabilizante. La lista que establece el reglamento incluye 26 clases funcionales, de las que explicamos las 10 más comunes:
Proporcionan un sabor dulce a los alimentos o a los edulcorantes de mesa. Los alimentos o preparados que los contienen son especialmente los dietéticos que no llevan azúcar como las bebidas, los yogures y otros lácteos, los cereales de desayuno, las barritas energéticas, etc. Algunos de los nombres de edulcorantes que podemos identificar en las etiquetas son:
Proporcionan color a un alimento o le devuelven su color original, que deben ser obtenidos a partir de alimentos y otros materiales comestibles naturales de base que se han extraído física o químicamente o con una combinación de ambos de los componentes nutritivos o aromáticos, obteniendo los pigmentos. Pueden encontrarse en productos como caramelos y golosinas, lácteos como helados o yogures de frutas, cereales de desayuno, etc., que son más atractivos con colorantes.
Los conservadores (a menudo llamados también conservantes) son aditivos alimentarios que se utilizan para prevenir la alteración y alargar la vida útil de los productos alimenticios. Funcionan inhibiendo el crecimiento de bacterias, levaduras, moho y otros microorganismos que pueden causar la alteración o la inseguridad para el consumo de los alimentos. Algunos conservantes, como los nitratos y los nitritos, se utilizan para curar y conservar productos cárnicos, como el jamón, el beicon y el embutido, aunque los conservantes en general se usan en todo tipo de productos alimenticios y alimentos, como las frutas y verduras frescas, los alimentos enlatados y los procesados, y los productos horneados (panes, pastas) y los ricos en proteínas.
Al igual que los conservadores, también prolongan la vida útil de los alimentos, pero en este caso lo hacen protegiéndolos del deterioro que causa la oxidación, como los cambios de color o que las grasas se pongan rancias. Ocurre en comidas procesadas (por ejemplo, las que contienen vegetales, carnes o frutas que se oscurecen tras cortarlos), bebidas, pan y pastas, etc.
Bajan el pH de los alimentos o le proporcionan un sabor ácido o ambas cosas, generalmente para prolongar su vida útil, dado que algunos microorganismos proliferan más difícilmente en ambientes más ácidos. Se usan en una gran variedad de productos alimenticios, como refrescos, zumos de frutas, condimentos, productos horneados, etc.
Se utilizan para reducir la tendencia de las particulas de un alimento a adherirse unas a otras, reduciendo su humedad. Así los polvos y granulados como la sal, el azucar, las especias o las sopas en polvo son más fluidos, no se pegan tanto entre sí o forman masas compactas que serían difíciles de medir y usar en la cocción y horneado. Al contener menos humedad y no formar grumos también se conservan mejor más tiempo.
Posibilitan la formación o el mantenimiento de la homogeneidad de una mezcla de dos o más fases que no se mezclan, como el aceite y el agua, haciéndola estable. Esto hace que el alimento tenga una mejor textura, estabilidad y vida útil. Se usa sobre todo en mayonesas, helados, quesos cremosos y yogures, mermeladas, pasteles, salsas varias para ensaladas, etc.
Se parecen a los emulgentes, dado que ambos tipos de aditivos alimentarios que se utilizan para mejorar la textura y estabilidad de los productos alimenticios. Sin embargo, los estabilizantes se utilizan para mantener la estabilidad y estructura de los productos alimenticios, ayudando a prevenir que los ingredientes se separen o cambien de forma durante el procesamiento, el almacenamiento o el transporte. Los estabilizantes funcionan espesando el producto, mejorando su textura y evitando que los ingredientes se separen, en alimentos como lácteos (yogures, helados, quesos…), salsas, cremas preparadas, chocolates, panes y pastas, etc.
Se utilizan para mejorar o amplificar los sabores naturales de un alimento o bebida. Se añaden a una amplísima variedad de productos para mejorar el sabor y la experiencia sensorial general, especialmente en procesados (alimentos para microondas, por ejemplo), comida rápida (hamburguesas, pollo frito, patatas fritas…), bebidas alcohólicas, etc. Estos aditivos son de los más polémicos,
Se utilizan para aumentar la viscosidad o la consistencia de líquidos y semilíquidos y así crear una textura y consistencia deseada en productos como salsas, sopas, jarabes y gelatina. Los espesantes también se pueden utilizar para mejorar la estabilidad de las emulsiones, suspensiones y espumas.
Otros aditivos que aparecen en la lista de los permitidos en la Unión Europea son:
Hay dos tipos principales de aditivos: los aditivos naturales y los aditivos artificiales. Los aditivos naturales son aquellos obtenidos a partir de fuentes naturales y no han sido sometidos a procesos químicos significativos. En cambio, los aditivos artificiales son aquellos que se fabrican químicamente. Aunque los aditivos naturales se relacionan habitualmente con una mayor seguridad alimentaria, ambos tipos de aditivos están regulados y deben cumplir con estrictas normas. Además, los aditivos naturales tampoco están exentos de críticas, sobre todo los que son de origen animal, como la goma laca, que requiere de centenares de miles de larvas para fabricar 1 kg de producto.
Entre los aditivos sintéticos más usados en la industria alimentaria podemos nombrar:
Algunos ejemplos de aditivos naturales muy usados en alimentos son:
Como hemos visto, existe una lista muy extensa de tipos de aditivos y de aditivos, y muchos han sido objeto de mucha investigación científica y debate, y los posibles efectos negativos de estos aditivos todavía se están estudiando. La EFSA monitoriza constantemente estos efectos mediante la evidencia científica disponible y promueve cambios en las regulaciones según esta evidencia. Por ejemplo, el dióxido de titanio (E 171), muy usado como colorante en productos como chocolate, chicles o galletas, fue prohibido en 2022 en la Unión Europea por no poder establecer una cantidad diaria segura, es decir, una ingesta diaria admisible (IDA, en inglés).
Los aditivos que son legales en Europa no son perjudiciales para la salud, segun la evidencia científica disponible, dentro de los límites máximos establecidos, a pesar de que algunos de ellos resulten controvertidos. Algunos de ellos son:
El carragenano (E 407), que es un aditivo que se utiliza como espesante y estabilizante en alimentos y productos lácteos, tales como cremas, helados, leches y productos vegetarianos. Se le han atribuido efectos como inflamación en el intestino y aumentar el riesgo de enfermedades inflamatorias del intestino, pero los estudios existentes son limitados y no hay un consenso claro entre la comunidad científica sobre los efectos a largo plazo, por lo que la EFSA, en su reevaluación reciente, se ha ratificado en la seguridad de este aditivo en cantidades permisibles.
El sorbato de potasio (E 202), que es un conservante que se utiliza en una amplia variedad de alimentos, incluyendo alimentos en conserva, alimentos para bebés, productos horneados, productos cárnicos, productos lácteos y productos de confitería. Se ha demostrado que es seguro en niveles permisibles, pese a que se le atribuían reacciones alérgicas y problemas gastrointestinales en personas sensibles.
El benzoato de sodio (E 211), que es otro conservante comúnmente utilizado en una amplia variedad de alimentos, incluyendo bebidas, alimentos en conserva, productos horneados y productos lácteos. Se ha demostrado que es seguro en los niveles autorizados, aunque se han producido casos de reacciones alérgicas y problemas respiratorios en personas sensibles.
El BHA (butilhidroxitanol) (E 320), que es un antioxidante que se utiliza en una amplia variedad de alimentos, incluyendo alimentos en conserva, alimentos para animales, productos horneados y grasas y aceites. Se ha demostrado que es seguro en niveles aprobados por ley, pero ha sido objeto de controversia debido a su potencial de ser cancerígeno.
El BHT (butilhidroxitanato) (E 321), que es un antioxidante similar al BHA que se utiliza en una amplia variedad de alimentos, incluyendo alimentos en conserva, alimentos para animales, productos horneados y grasas y aceites. Al igual que el BHA, ha sido objeto de controversia debido a su relación con el cáncer, que no ha podido ser demostrada.
Los nitratos y nitritos (E 249-E 252), que son conservantes que se utilizan principalmente en productos cárnicos curados, como el jamón, el beicon y los embutidos. Se ha demostrado que no entrañan peligros en niveles permisibles, a pesar de que en algunos casos se han relacionado con el cáncer y otros problemas de salud.
El dióxido de azufre (E 220), que es un conservante que se utiliza en una amplia variedad de alimentos y bebidas, incluyendo alimentos en conserva, productos horneados y bebidas carbonatadas. Se ha demostrado que es seguro en niveles aceptados por normativa, pero en algunos casos se ha relacionado con problemas gastrointestinales y respiratorios en personas sensibles.
Los difosfatos (E 450), que son estabilizantes reguladores de la acidez que se utilizan en una amplia variedad de alimentos, incluyendo productos horneados, alimentos para bebés, productos cárnicos y productos de confitería. Se ha demostrado que son seguros en niveles permisibles, a pesar de que en algunos casos han llegado a causar problemas digestivos y reacciones alérgicas en personas sensibles.
El MSG o glutamato monosódico (E 621), extraído de una alga marina a la que se le echa sodio (sal), es un potenciador del sabor que está envuelto por la polémica, porque se usa ampliamente en alimentos y productos alimenticios, especialmente los procesados y listos para consumir, porque los hace más sabrosos. Aunque no existen estudios concluyentes sobre algunos efectos secundarios que se le atribuyen (como el llamado síndrome del restaurante chino), algunos nutricionistas alertan de que afectan a la sensación de saciedad, provocando que se consuman más de los que se consumirían si no llevaran este aditivo. Sin embargo, al usarse también en preparados saludables, como cremas de verduras listas para usar, pueden también potenciar su consumo, con lo que este presunto efecto negativo puede resultar ser positivo.
Un test de aditivos en laboratorio es un análisis científico que se realiza para determinar la presencia y la cantidad de aditivos en un producto alimentario. En Aconsa llevamos a cabo este tipo de test, que las empresas necesitan para verificar periódicamente la conformidad de sus productos con los estándares de seguridad alimentaria y para garantizar que los productos cumplen con las regulaciones y normativas, asegurando que los aditivos utilizados cumplen con los límites permitidos.
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